Este mes me he reunido en Tombuctú, Malí, con familias sin alimentos cuyos cultivos han fallado y cuyos hijos han muerto a causa de los artefactos explosivos improvisados (IED). No pude evitar conmoverme por los profundos niveles de sufrimiento de la gente; demasiados viven al filo de un cuchillo.
Desde África Occidental viajo directamente a Davos, Suiza, para informar a los líderes de la Reunión Anual del Foro Económico Mundial sobre la realidad del sufrimiento humano en el Sahel.
Hoy en día, 120 millones de personas en todo el mundo necesitan ayuda sólo para sobrevivir como resultado de la violencia y los conflictos. Yemen, Siria y Sudán del Sur son sinónimos de sufrimiento.
En el Sahel está surgiendo una nueva frontera: el cambio climático está exacerbando los ya devastadores efectos de los conflictos, la pobreza y el subdesarrollo. La gente de la región de recursos escasos ya camina sobre la cuerda floja de la supervivencia. Con un aumento de las temperaturas de casi el doble de la media mundial, sólo podemos esperar que, si no se toman medidas, la fragilidad y la inseguridad aumentarán, al igual que las necesidades de la población.
Hoy en día, 120 millones de personas en todo el mundo necesitan ayuda sólo para sobrevivir como resultado de la violencia y los conflictos.
No hay atajos para responder o prevenir el daño de estas dinámicas complejas a gran escala. La ayuda humanitaria de emergencia siempre será necesaria, pero no es suficiente para satisfacer las grandes demandas.
Este es un año decisivo para la respuesta humanitaria, ya que en demasiados lugares todavía es difícil llegar a acuerdos políticos duraderos a largo plazo. Es fundamental una reorientación más fundamental de la acción humanitaria, una reorientación de la acción humanitaria que tenga en cuenta y responda a las necesidades a largo plazo, a gran escala. Este año, creo que el progreso en ocho áreas cambiará la aguja de las necesidades humanitarias.
1. Concéntrate en los hotspots
Veinte de las crisis más violentas del mundo son el origen de más del 80% de los desplazamientos y de las necesidades humanitarias.
El estancamiento debe ser reemplazado por una acción política decisiva para romper el ciclo de violencia y apoyar los tambaleantes intentos de estabilización.
Siria, Iraq, Yemen, el Cuerno de África, la cuenca del Lago Chad y el Sahel, Afganistán y las crisis de Myanmar/Bangladesh seguirán siendo puntos conflictivos en 2019.
2. Puesta en común de conocimientos, habilidades y recursos
Ningún sector podrá responder por sí solo a la profundidad y amplitud de las crisis humanitarias: el progreso requerirá un fuerte apoyo de los Estados, las organizaciones internacionales y la sociedad civil en general.
Si bien el espacio humanitario neutral, imparcial e independiente sigue siendo el mejor lugar para restablecer la vida y la reconciliación, los agentes humanitarios pueden encabezar los esfuerzos en primera línea y guiar a otros por el panorama de sociedades fragmentadas, los problemas de seguridad y las necesidades polifacéticas.
Las organizaciones locales e internacionales pueden complementarse entre sí. El sector académico aporta pensamiento crítico y capacidad de medición, mientras que el sector privado tiene una capacidad única para poner en marcha las economías y apoyar a las comunidades en el desarrollo de empresas, capacidades y habilidades.
El Movimiento de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja está especialmente equipado para vincular los esfuerzos internacionales y locales y para poner en marcha respuestas ampliadas en más de 190 países. El sistema de las Naciones Unidas tiene un poder de convocatoria único para reunir a los Estados a fin de que respondan de manera más generosa.
El Mecanismo de Acción contra la Hambruna desarrollado por el Banco Mundial, Google, Amazon, el Programa Mundial de Alimentos y el Comité Internacional de la Cruz Roja es una idea que puede cambiar las cosas, ya que reúne nuevas perspectivas y conocimientos especializados para hacer frente a un problema antiguo y que pone en peligro la vida.
3. Liberar nuevas inversiones para una acción sostenible
El modelo tradicional de financiación humanitaria se basa en la recaudación de fondos para gastos de emergencia humanitaria. Con crisis más prolongadas y de largo plazo y la brecha entre las necesidades y la respuesta que se amplía, la asistencia tradicional debe ir acompañada de una inversión más selectiva y sostenible en las personas, las aptitudes y los ingresos de las comunidades.
La gran pregunta para 2019 es si las partes interesadas avanzarán y aumentarán las inversiones en contextos frágiles, como el Bono de Impacto Humanitario, al tiempo que compartirán el riesgo de manera que las finanzas innovadoras sean más escalables.
4. Apoyar la autosuficiencia, no la dependencia
Las comunidades afectadas por la guerra tienen una capacidad inherente para hacer frente a las crisis. En lugar de fomentar la dependencia de la ayuda, debemos ayudar a las personas afectadas a pasar rápidamente del modo de emergencia a la generación de ingresos.
Las transferencias de efectivo han sustituido a la prestación de ayuda física en algunas zonas, mientras que los microcréditos han abierto el camino a la actividad económica independiente. La ayuda de emergencia sigue siendo necesaria a gran escala, pero ya es hora de encontrar soluciones más sofisticadas, duraderas y escalables.
5. Diseño de nuevas respuestas humanitarias
Dada la creciente conectividad del mundo, los agentes humanitarios deben estar más cerca, participar más y rendir cuentas a las poblaciones afectadas. Tienen que apoyar más los esfuerzos de las personas como primeros intervinientes y estar más preocupados por cómo diseñar una respuesta internacional en apoyo de los actores locales. Esto exige un cambio de soluciones prefabricadas a soluciones más adaptadas.
6. Aprovechar las oportunidades digitales y prevenir los daños
Las herramientas digitales ya han transformado la prestación de ayuda y la interacción con las poblaciones afectadas, y seguirán haciéndolo en el futuro. Las cuestiones para 2019 van desde la información como beneficio humanitario hasta la aplicación del derecho internacional humanitario en la guerra cibernética. La transformación digital es una oportunidad -mejores análisis y cadenas de suministro- y un reto. Es necesario un nuevo consenso sobre las identidades digitales y la protección de datos, en particular en las zonas en conflicto.
7. Abordar el trauma invisible
Hoy en día nos enfrentamos cada vez más a un sufrimiento más invisible; los problemas de salud mental y la angustia causada por la violencia sexual son ejemplos prominentes. Se estima que después de crisis humanitarias repentinas y graves, alrededor del 10-15% de las personas desarrollarán enfermedades mentales leves o moderadas y hasta un 4% desarrollarán trastornos mentales graves. Por lo tanto, la salud mental debe ser una prioridad en las emergencias humanitarias y debe tomarse tan en serio como la salud física. Apoyar la salud mental de las personas puede salvarles la vida en tiempos de guerra y violencia, tanto como curarles heridas o tener agua limpia.
8. Respetar la ley, sin excusas
Cuando los Convenios de Ginebra cumplen 70 años en 2019, reconocemos que, a lo largo de los decenios, han salvado indudablemente millones de vidas y reducido al mínimo los efectos de los conflictos en los civiles, al tiempo que han creado las condiciones para la estabilidad y una paz más duradera.
Pero necesitan interpretación y aplicación en vista de los desafíos contemporáneos. En 2019 quiero que volvamos a comprometernos con el uso de la fuerza sobre la base de la ley, el trato humano de los detenidos y la protección de la población civil. El respeto de los principios básicos es una prioridad -incluso en los conflictos armados- que implica operaciones antiterroristas, guerras asimétricas y situaciones de inseguridad pública generalizada o de violencia intercomunitaria.
Dejar una contestacion
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.